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La avaricia

El pecado de la Filargiria


Demonio: Mammon.

El vicio

El apego por lo material que nos esclaviza y deteriora

Deseo incontrolable por los bienes materiales y amor al dinero. Lo cual te lleva al fraude, a la corrupción y al robo.

La avaricia es el afán o deseo desordenado y excesivo de poseer riquezas para atesorarlas. Se incluyen muchas actividades dentro de este pecado capital. Primero, la traición deliberada para obtener un beneficio personal, el olvido de la amabilidad y el afecto hacia el resto, inspirando el egoismo puro y duro. Cuando pasamos por encima de los demás para obtener algún beneficio, es avaricia. Dentro de este grupo entraría el soborno, algo muy practicado en la sociedad de hoy día, ¿verdad? Nos dejamos seducir por el dinero y eliminamos toda ética de nuestro organismo. No somos pues mejores que cualquier otro criminal.

Y es que, ¿deberíamos obrar por los demás o ser plenamente eogistas? ¿Acaso no es bueno mirar por uno mismo? Claro que sí, apoyo totalmente el individualismo, pero la sociedad somos todos y por desgracia vivimos en una sociedad, no podemos escapar del contacto con otros humanos. Vivimos en comunidad, vivimos unidos. Entonces pues habrá que mantener la balanza igualada, pues si todos somos la sociedad, si perjudicas a otro, con el tiempo te perjudicarás a ti mismo. Podríamos llamar esto como karma, pero a mi me gusta más llamarlo causa-efecto: nos quejamos de la pobreza, de la crisis, pero en el fondo todos hemos aportado nuestro grano de arena para que la situación nos estalle en la cara. Hay que tomar responsabilidades de nuestras acciones, un pequeño gesto puede cambiar la historia.

Búsqueda y acumulación de objetos, estafa, robo y asalto, especialmente con violencia, los engaños o la manipulación de la autoridad son todas acciones que pueden ser inspirados por la avaricia. Ahora podemos ver, tras meditar unos segundos, que la avaricia es básicamente egoismo. Siempre, cuando se mira únicamente por uno mismo, al ser un exceso es nocivo, igual que si únicamente miramos por los demás. Aunque este pecado no tiene porque conducir al asesinato, si se une con la ira, todo pecado puede acabar muy mal.



El problema de la avaricia, según el Budismo, es crear una conexión entre felicidad y lo material, buscar la alegría y el fin de nuestros objetivos  en el dinero, en las cosas materiales. Yo no digo que vivamos en cuevas, pero el capitalismo ha distorsionado nuestra realidad y nuestra visión de una manera extremadamente preocupante. Y ahora hablamos de consumismo, esa obsesión por las compras, ese alivio y placer sexual que sientes cuando vas y te compras algo caro, ¿acaso miento? La moda nos aprisiona. Si para los cristianos los hijos de Satán son La Muerte y El Pecado, los hijos del capitalismo son la moda, entre otros. La manipulación mediante la publicidad es ingente, sentimos la absurda necesidad de comprarnos esa camiseta tan bonita que anunciaron en la televisión, porque la tiene tal persona famosa, tal compañera de clase, o porque la lleva todo el mundo. ¡Está de moda! Denotamos tener menos personalidad que una piedra, mostramos el poco amor propio que nos tenemos, al tener que vestir de manera calcada para poder ser aceptados en el grupo de simios retrasados que es hoy día la sociedad. ¿Tan poco nos amamos que necesitamos ser incluidos en un grupo? ¿Ignoramos nuestros principios y nos vendemos? Eso a mi entender es la prostitución del alma.
Imagen de la película "They Live!". Sujeta un billete con su mano en el que pone "Este es tu dios".


Hoy día la avaricia es uno de los pecados que más contribuye a la destrucción del mundo. En un artículo he encontrado un interesante enfoque de la economía actual. La sociedad se divide en dos bandos, el banco y el resto de seres humanos o vulgo. El banco es el templo de adoración al Dios Mammon, al dios del dinero, al dinero en si mismo. Mientras que el banco dispone de una larga lista de derechos, viven despreocupados pues siempre son los salvados por el gobierno, tienen el poder monetario; en el pueblo residen todos los deberes y responsabilidades, la carga está sobre nuestros hombros, hemos de hacer sacrificios para servir al dios Mammon (los bancos) y sudar la gota gorda por ellos, mientras este Dios se frota las manos. Pero, si están abusando de nosotros, ¿cómo es que no nos alzamos contra este Dios? ¡Ay, amigo! Es a causa de la adoración exacerbada que profesamos hacia este Dinero. La adoración, la creencia, eso que siempre atrasa el conocimiento y la verdadera iluminación, lo que nos lleva atrasando desde el comienzo de los tiempos. No podemos vivir sin Mammon.
La avaricia como prisión del alma. Te asfixia.


"Mamón es un dios que distrae a la gente.  Le hace creer que por tener dinero es todpoderosa, omnipotente.  Es la droga del poder que embriaga.  Pero el poder es prestado.  Hasta la fecha, según un amigo que estudia por afición la historia antigua, 95 culturas que han llegado a ser ricas y poderosas, entraron en decadencia en virtud de su poder y se desplomaron"

El poder, ser especial, ser el ungido, el elegido, es algo que el ser humano busca constantemente en todos los ámbitos de su vida. La gente, sin darse cuenta, suplica por la aceptación social, por la adoración ajena, por sentirse no uno más, sino un ser único. Por ello se cree que el ser humano fue creado por Dios para gobernar sobre todas las especies del planeta, somos el ojo derecho de Yahveh, ¿verdad? Necesitamos sentir que somos amados por dios. Por desgracia, no es así.

Y es que toda sociedad basada en el dinero acaba destruyéndose a sí misma. El dinero es como un cáncer. Hoy es inteligente el que roba, el que estafa al estado, el que hace chanchullos, a la orden del día están los "colegueos", los gatos con sombrero de copa se rascan la espalda unos a otros. Y luego os preguntáis porque España va tan mal, ¡la culpa es vuestra, maldita sea! ¿Acaso jamás habéis dado un trabajo a un familiar o amigo, por el simple hecho de ser amigo o familiar? Contribuís a lo que tanto criticáis, sois la misma basura que todos los demás, peor incluso, porque vosotros sois unos hipócritas. Cara de santos ponéis y mucho ladráis sobre las cicatrices ajenas, ¡El gobierno se rie de nosotros en nuestra cara! Cierto es, pero más valentia hay que tener para mostrar la verdadera esencia de uno sin contemplaciones ni temor, que hacer lo que vosotros hacéis, ¡zorros de doble cara! Que ni conscientes sois de vuestro pecado, pero al igual que Edipo, recibiréis vuestro castigo. Y ese castigo es la crisis, el desempleo, os lo tenéis bien merecido. Antes desplifarrabais bien a gusto, ahora lloráis cuando el cuerno de la abundancia desaparece. Y no es que lloréis porque no tenéis pan y leche, ¡no! Lloráis porque ya no nadáis en dinero, malditos avariciosos egoistas. Seré un avaricioso, un soberbio o un asesino, pero siempre con la cabeza alta, como un sociópata que considera su falta una virtud y la sociedad la que erra, pero vosotros sois psicópatas: sabiendo que os equivocáis volvéis a meter la pata.

Causa y efecto, vuestras manos fueron las que moldearon vuestra desgracia.



Por último, comentar como el engaño se fomenta en este pecado. Vi un recorte de una revista que explicaba a las mujeres como esconder sus compras y que su marido o quien fuere no les pillara con las manos en la masa. ¿A este punto hemos llegado? ¿Hemos llegado al punto en el que el dinero pasa por encima del amor, de nuestra pareja, hijos, familia? El dinero no te puede abrazar. ¿Qué da el dinero que nos gusta tanto? ¿Seguridad? ¡Poder! eso que el ser humano ansía pero que busca en el lugar equivocado.


La virtud

Poner la otra mejilla: generosidad malgastada.

El amor que profesas podría ser malgastado y volverse en contra tuya. Hay gente que no se merece ese amor, porque pueden destruirlo y atentar contra esa unión y comunidad. Es el deseo de tener lo que uno se merece, pues querer tener una vivienda digna, o un sueldo digno, no es avaricia. El egoismo justificado, un regalo a uno mismo bien merecido.


El pecado de la avaricia tiene una relación estrecha con el amor, ya que cuando  es tacaño y no quiere compartir con los demás, está rompiendo ese vínculo de amor con las otras personas, no siente este cariño que, según la Biblia, hemos de tener incluso por nuestros enemigos.

El cristianismo pone la maravillosa opción de poner la otra mejilla, ¡cómo si eso fuera una solución! ¿Cuántas veces nos habrán magullado de esa forma? ¿Cuántas veces se nos quedó la marca de la palma de su mano una, dos o incluso tres veces, por qué no aprendemos de esta lección valiosa? El amor es algo importante, nadie lo niega, pero por ser tan valioso ha de ser atesorado y no derrochado inconscientemente. Hay personas que darán lo que reciben, pero si tú solo das y no recibes nada, el que acaba agotado eres tú. Aprovechándose de la gente son expertos los vampiros psíquicos, que se dedican abiertamente a esto: a chupar la energía ajena. Siempre está el típico bonachón al estilo Flanders que es incapaz de decir que no, de negarse, de imponer su dignidad ante la de otros, por ello se lleva muchos palos, pudiendo evitarlos. Todos conocemos esa persona condescendiente que, a pesar de ver como se ríen y mofan de él, como sacan partido de su situación débil y amable, acepta este destino con una sonrisa y ni siquiera se resigna ni resiste, ni se queja. Estas personas son débiles por naturaleza, no hay nada de malo en decir que no, ese es nuestro problema. ¿Qué separa la avaricia de la generosidad? Una delgada linea, habrá gente que merezca sacrificios, otra, desde luego, no. Hay que saber parar a tiempo, porque podemos acabar escaldados y no recibir absolutamente nada a cambio salvo el dolor. Poner los puntos sobre las ies en un momento adecuado nos evitará sufrimiento, porque ser avaricioso con uno mismo y para el propio beneficio no siempre es malo, a veces la vida debe ser así. Porque con tantas bofetadas uno aprende a decir que no.

¿De qué sirve dar amor si solo recibes odio? Hay personas que necesitan un escarmiento o al menos el vacío, ignorarles será fácil para las personas menos vengativas e impulsivas. Si uno no recibe lo que da, de nada sirve seguir derrochando como un imbécil. Veo mucha gente quejándose de que ahora, en plena crisis, no tiene dinero para comer, no tiene casa. Entiendo perfectamente su situación y les doy mi ánimo espiritual, ante todo, pero ¿por qué habéis acabado así? ¿Acaso todos olvidamos esas familias, que no todas, que desperdiciaban el dinero saltando a la piscina a comprar descaradamente, despilfarrando, invirtiendo en pisos sin control alguno? ¿Olvidamos, acaso, que esta crisis es parte culpa nuestra? Esa gente que primero malgasta y luego llora, tiene lo que se merece, sin duda. Pero hay gente que nunca ha tenido y esos ahora no son escuchados, porque la escoria avariciosa cuando no vive en abundancia añora los tiempos pasados en los que se limpiaban el culo con un billete morado.

Pero, ¿si nadie es amable con nadie, quién dará el paso para entablar una amistad, seremos todos ruines?  Para nada, una cosa es ser avaricioso y otra respetuoso. Puedes tener respeto sin ser generoso ni avaricioso, creo que eso está bastante claro. La confianza es algo que todos nos tenemos que ganar, poco a poco, y a partir de ahí, uno decidirá si dar o no.

Todos hemos escuchado la historia de Robin Hood, el que robaba a los ricos para dárselo a los pobres, ¿no podría haber sido eso considerado avaricia por parte de la élite? Y es que siempre la élite ve peligrar su opulencia por parte del hambriento pueblo, que vive en miseria y enfermedad. Ellos siempre temen y cualquier acto que se considere un peligro para sus bienes será considerado avaricia: el pueblo quiere algo que no puede tener. Cada uno ha de estar en su sitio, ¿no? Los de arriba y los de abajo, siempre en su puesto. Tal y como decía Platón, cada uno ha de conocer su puesto y no salirse de su canon establecido, por ello pensaba que el arte y la literatura eran tan nocivos, porque les hacía creer a los pobres que podían aspirar a más, cuando si una pirámide mantiene la cúspide es gracias a la base que soporta todo el peso. Muchos actos en la historia han sido acusados de deleznables simplemente porque atentaban contra el bienestar y la supremacía de unos pocos que querían seguir teniendo ventaja y privilegios, por ello debemos ser objetivos. ¿No sería pues el pecado de Lucifer otra cosa, ya que Dios, desde su posición antagónica, no podía ser objetivo ante dicha situación? La objetividad y la subjetividad han de ser compañeras, pero jamás hay que dar más poder a una de ellas.
El pobre solo piensa en el hambre, en su pobreza, en como los ricos de arriba le miran con aires de grandeza, quiere lo mismo que ellos, quiere tener un plato en la mesa, una cama blanda y caliente, quiere ser feliz. Porque quien crea que esto es avaricia es que jamás ha pasado hambre en su vida y jamás ha vivido en la soledad y el vacío de la escasez. Hay gente que no merece este agónico destino, pero las élites han firmado su sentencia de muerte, y hay gente que desde el nacimiento nace con esta marca maldita, siendo inocentes. Por ello existe el tercer mundo, porque nuestro primer mundo necesita de otros, más débiles, para controlarlos y aprovecharse de ellos, para tener la supremacía y el poder. Es complicado entender porque para que una nación sea poderosa y abundante, para que exista una etapa de oro y gracia, hay que subyugar inmediatamente y sin remedio a otra.

Pedir lo que uno se merece no es avaricia, es justicia. Porque todos merecemos algo básico que nos permita SOBREVIVIR. Pero está claro que los que nos dominan no piensan igual y esta es la ley de la selva y la competencia, por desgracia. El rico peca de verdadera avaricia, mientras que el pobre que añora el dorado y vive por el dolar no es codicioso, solo desea un sueño imposible que un día le quitaron o que nunca le dieron, sin razón alguna. Es justicia lo que pide, igualdad. Y es que si todos viviéramos con lo que realmente necesitáramos, no existiría la pobreza. El mismo Aristóteles defendía el equilibrio entre el exceso y la carencia, promulgó la liberalidad: es decir, que cada uno ha de tener lo que se merece. Pero el problema de esto es, ¿quién decide quién lo merece, y mucho más importante, bajo que premisas? ¿Uno se merece más por ser de una familia y no de otra, por tener mejores notas, por su esfuerzo? ¿Cómo definimos esto pues? Creo que cada uno ha de tener unos derechos básicos que no se han de negar nunca, pero más allá de esos derechos, lo que se codicie será conseguido por el propio esfuerzo. No es lo mismo codiciar un trozo de pan que un Mercedes, obviamente no hablamos de la misma "avaricia".

Amabilidad merecida en vez de amor malgastado

Estamos en contra de poner “la otra mejilla”, uno se tiene que merecer la amabilidad y el amor que le profesas. No puedes malgastar tu amor con gente que no lo aprecia, así como no puedes malgastar tu tiempo, ni tus bienes, ni tus consejos, ni tus sentimientos a alguien a quien no los va a cuidar y tratar como tú lo deseas, a alguien que no va a entenderte.

A veces esa avaricia está enmascarada de ocultos intereses, pues si alguien acusa a otra persona de ser codiciosa, quizá hay unos objetivos tras esa maldición. ¿Acaso no conocemos a "pobres" que piden en las calles y luego los ves tan tranquilamente en su casa? Mucho fraude es lo que nos lleva a desconfiar y la desconfianza nos lleva a la "avaricia", porque para darle nuestro dinero, tiempo y cariño a un mentiroso, mejor se lo queda uno para uno, que al menos nos lo merecemos, ya que se crea en base a nuestro esfuerzo. Hay mucho listo que intenta engañar a la gente con estos trucos, hacerse pasar por indigente y demás fraudes que todos conocemos, por ello la confianza se gana y no se regala en ninguno de los casos.

Una de las cosas que siempre digo es que yo soy generoso, con los que me importan y conozco, no con desconocidos. No puedo dar nada a nadie si no me cuenta un poco su historia. Muchas veces han venido a mí pidiéndome que si tal y cual, para ir a no sé donde, para coger un taxi o un tren, porque tienen hambre y no tienen dinero para COMER EN UN RESTAURANTE DE FAST FOOD. Me parece vergonzoso que alguien se acerque a mí persona a pedirme tal estupidez y que me haga perder el tiempo de esa manera. Eso no es avaricia, es sentido común negarse en rotundo. La gente que aprecio necesita mi ayuda y les conozco, sé que se lo merecen, ¿puedo decir lo mismo del indigente de la esquina? A veces la vida da un vuelco y tienes tu merecido castigo, otras veces no. Por ello uno ha de saber discernir y decidir, bajo su intuición, cuando has de dar y cuando no. Siempre intentar buscar el equilibrio entre ambas fuerzas.

La avaricia es lo que ha impulsado a la civilización, a impulsado a la gente a pedir lo que se merece. Si todos hubiéramos aceptado nuestro destino, lo que nos daban los de arriba sin rechistar, aún seríamos esclavos. Alguien, un día, fue egoísta y pensó: yo me merezco lo mismo que ellos. Ese día todo cambió y el pobre se preguntó por qué su vecino tenía más que él, si no había diferencias esenciales entre ambos, porque uno siendo malvado tiene más y el otro siendo bondadoso tiene menos. Ese día la humanidad comprendió que se puede aspirar a más, se puede aspirar al equilibrio y la igualdad, que no será perfecta pero será mejor que dejarse oprimir por el dictador.

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