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La soberbia

La Uperephania

Superbia
Demonio: LUCIFER.


El vicio

Del latín superbia, a veces también se le llama orgullo (pride en inglés, orgueil en francés). Superbus en latín significa "el que está por encima". Los sinónimos que podemos pronunciar son: altanería, pretenciosidad, vanidad, altivez, arrogancia, etc.

Amor propio desorbitado, obcecación con el yo, que nos lleva a una única preocupación: nuestro ego. Incapcidad de empatía. Relacionado con la vanidad, amor a la belleza física propia.

Este pecado tiene, normalmente, dos nombres para referirse a él: la soberbia y el orgullo. Pero ambos tienen algunas ligeras diferencias. Para esto podemos preguntar a la RAE. Ambos tienen la acepción de auto-sobrevaloración.


La soberbia es el deseo de ser preferido por otros, la satisfacción extrema por la contemplación propia, menospreciando a los demás. Nos creemos mejores que el resto de mortales, seres tocados por la divnidad, alardeando de nuestros logros y virtudes (que puede ser que tengamos o no). Normalmente una persona soberbia tiene razones para serlo. Sus éxitos obran como tentaciones: han destacado en algo en al vida, tienen riquezas, amor, suerte, etc. Pero no todos los seres humanos que tienen éxito pecan de soberbia y vicecersa. La soberbia se centra en el ego, en la satisfacción a uno mismo y alzar nuestra propia figura, creyéndola al mismo nivel o incluso superior al de Dios.
     La creecia de superioridad surge de lo más profundo de nuestra personalidad, por ello se dice que la soberbia es concéntrica, se encuentra en nuestro interior, subterranea. Es más cerebral. El soberbio no necesita de nadie para que le recuerde su grandeza, él porta una máscara constante, sus manifestaciones son internas y privadas.  Suelen ser personas frías y suelen humillar a los demas, actuar de manera cínica y mordaz es propia de estas personas.

Mientras, el orgullo puede ser disimulado por causas nobles. Se caracteriza por la arrogancia y la vanidad, cuando alguien es orgulloso le cuesta pedir perdón y aceptar sus errores, por su propia idea de magnificencia. Muchas veces el orgullo es algo positivo, pues nos sentimos orgullosos de nuestros logros, de nosotros mismos como personas, pero cuando ese orgullo nos sobrepasa se convierte en soberbia. Suele estar relacionado más con el hecho de alardear. Un verdadero héroe no mostraría presuntuosamente sus logros constantemente, no se creería un héroe, se consideraría un ser humano corriente como otro cualquiera, que simplemente obró como cualquier otro ser hubiera obrado. Alguien soberbio se llenaría la boca de sus éxitos, recordándolos constantemente, ofendiéndose al ser menospreciado o no tratado con la suntuosidad que se merece (narcisismo, del cual hablaremos más adelante). El orgulloso puede pensar que ha llegado a la cumbre por trabajo propio, olvidándose de agradecer a todas las personas que le posicionaron donde ahora está. Niega haber sido ayudado pues le recuerda su propia dependencia. Por ello el mayor grado de soberbia es creer que no se necesita ayuda de nadie, ni siquiera de Dios.
      El orgullo es más emocional, más pasional. Esta persona si suele necesitar agentes externos para engrandecer su ego. Normalmente el orgullo es el amor a uno mismo por meritos propios

Luego tenemos la vanidad, que consiste juzgar a otros por sus prendas o aspecto físico y creerse superior por las misma. La vanidad es falta de verdad en la apreciación de la propia valía, se atribuye más méritos de los que en realidad tiene. Actualmente la vanidad, como bien he dicho, se vincula mucho con el aspecto físico y la moda. Cuando nos dicen esta palabra nos imaginamos a la típica mujer obsesionada con el quirófano, vestida siempre a la última, que nunca repite modelito, etc. Es una forma de idolatría, admirarse en exceso a uno mismo.
     Es excéntrica, nace del exterior. Se inspira en el elogio y los halagos.


Estas personas temen equivocarse, pues significaría que no son tan perfectos como ellos piensan. Se aferran a ideas y las defienden hasta el final, buscan la perfección a lo largo de su vida. Una pareja perfecta, unos hijos perfectos, la casa perfecta, hasta el perro perfecto. Vive de las apariencias, de la vanidad, mostrar al mundo que es perfecto física y psicológicamente. Tanto dentro como por fuera, pero sobre todo por fuera. Que los demás se traguen la burda ilusión de que su vida es ideal.




Tipos de personalidades

La moda: gente sin personalidad que vendería a su madre por tener la última camiseta de florecillas que marca la tendencia. Podrían llevar calcetines y chanclas con satisfacción si esa es la moda. Quieren sentirse aceptados pues su autoestima es muy baja, necesitan un grupo en el que sentirse integrados. No improta a qué tribu urbana pertenezcan, siempre intentarán imitar sus "costumbres".

Modificación corporal

  1. Vestirse de forma extravagante para llamar la atención. Necesitan atención constante sobre ellos.
  2. La atracción sexual: el macho que intenta atraer a las hembras con su pecho peludo, la hembra que cada vez lleva menos ropa puesta.
La autosuficiencia: el sabelotodo que se las da de conocedor de todas las cosas. El orgulloso acostumbra a decir: "cuando tu saliste yo ya estoy de vuelta".

La sobre-estimación: tener demasiada fe en uno mismo es una "debilidad".

La invulnerabilidad: nunca muestra sus debilidades, siempre parece invencible, no muestra sus emociones más sinceras. Siempre se quiere mostrar como el más fuerte. El sindrome del machito, los sentimientos son para "maricas y mujeres". Nunca pide consejos, ayuda ni perdón.

El exigente: si los demás no son como él quiere se enfada, quiere que todo sea a la carta, a su gusto. Quiere todo subitamente, sin retrasos, porque es un bebé que solo quiere su chupete cuanto antes. Todos deben estar atentos a sus demandas para actuar con rapidez para satisfacerle, solo a él, él es el más importante.

Psicología: estas personas suelen sufrir disociación, exajeran enormemente, evaden sus reponsabilidades y suelen negar sus problemas, mienten constantemente. Extremadamente dramáticos y emocionales.

Concepto de Histrión
 
  1. Narcisismo: amor que dirige el sujeto a sí mismo tomado como objeto. El paciente necesita constante atención sobre sí mismo, su egolatría y arrogancia son anormales. Son personas preocupadas por el pdoer y el éxito. Tienen mucha inseguridad, realmente su autoestima es mjy baja y su imagen propia está muy deteroriada, por ello necesitan constantes halagos. Si alguien les ofende o les humilla se cabrean sobremanera. Exajeran talentos y logros. Buscan constantemente llamar la atención.
  2. Trastorno histriónico de la personalidad: necesitan desesperadamente sentirse aceptados, buscan llamar la atención constantemente. Suelen apropiarse del caracter seductor o tener un comprotamiento inapropiado. Sus emociones son intensas e inestables, suelen ser muy histéricos y dramáticos. La imagen de si mismos está distorsionada, nuevamente su autoestima es prácticamente nula. No están cómodos si no son el centro de atención Y lo más improtante, propio de un histrión teatral, sobreactuan.


El pecado original de todos los tiempos, el primero y el que creó al resto de pecados. Satán fue el primer ángel que pecó, de soberbia, por rebelarse ante Dios y juzgar sus ideas, creyendo las suyas superiores. Creyendose tan inteligente como Dios. Es la base de todo mal, según las creencias cristianas, la semilla de todos los pecados. El pecado del que surgieron todos los demás. Un soberbio puede acabar pecando de cualquier cosa, pues siempre pensará que es mejor que Dios y que no le debe explicaciones a nadie, él es independiente.
       El deseo de ser importante, el atractivo del yo, del individuo olvidando el colectivo. Se define por la sobrevaloración del yo, creerse superior a los demás, la confianza exclusiva en uno mismo, la opinión de uno mismo exaltada a nivel crítico. Cuando nos referimos de vanidad, hablamos de cenodoxia. Este pecado suele llevar a la filargiria -amor al dinero-, y a la filargía -amor al poder-.

La soberbia nos nubla de la realidad: nos creemos mejores que los demás, tan solo por nuestra naturaleza perfecta. Nacimos así de suntuosos, el resto de humanos son meros mortales, nosotros somos dioses. ¿No es así? Nos creemos capaces de cualquier cosa, todo lo que tenemos es lo mejor, debemos mostrar nuestro éxito a través de nuestras posesiones. Olvidamos, entonces, la importancia de lo ajeno, de la empatía, del respeto hacia los demás. Nos puede llevar a actos deleznables, a atropeyar sin remordimientos a otras personas para alcanzar nuestros objetivos, porque tenemos la equivocada idea de que nosotros merecemos más.

Estas personas buscan desesperadamente la adoración de los demás, sus piropos son cual ambrosía, más que eso, son una necesidad básica. Necesitan las alabanzas de la gente para sentirse realizados, para engrandecer su ego y alimentarlo cada día. Habla de sus éxitos constantemente, restregándolos en las faces ajenas, satisfaciendose con las reacciones envidiosas del oyente. Cuando alguien le comunica un éxito, sea del tipo que sea, esta persona se resiente, el odio crece en su interior: yo merezco ese éxito, tú no. Sin embargo, si son conocedores de un fracaso, esta persona se regozijará en el dolor del otro.



La virtud

Podemos elegir ser humildes, no destacar, ir siempre en el sentido de la corriente, resignarnos a ser seres anodinos. O podemos elegir el amor propio y la defensa del yo, ensalzar el individualismo. Si nos dejamos engullir por la masa perdemos nuestro yo real, pasamos a ser seres automatizados, copiados y pegados unos detrás de otros. Una máquina que une muchos cuerpos convertida en un solo ser unificado, que piensa y actua igual. Dentro de esta máquina todos somos diferentes, pero actuamos como si no fuera así, porque nos da miedo destacar. ¡Y es que el contenido de cada cuerpo es distinto, todos somos únicos a nuestra manera! Somos seres irrepetibles.

Sin el amor propio no podría existir la colectividad, ese amor nos une a todos como una sola masa que existe, ¡no hemos de pensar, actuar, vestir y hablar igual! Solo necesitamos sentir igual.Auto-descubrirte, auto-amarte, auto-perdonarte, auto-comprenderte para así poder comprender y amar al mundo, y así esa fusión, esa unicidad, será efectiva.


Independencia

Un soberbio creerá que no necesita a Dios, que él no tiene porque inclinarse a él. Cual Iblis repudiará al altísimo por sus propias convicciones, no aceptándole como superior. Negando totalmente su autoridad. Pues no se necesita dictador que te juzgue, pues no hay peor enemigo que uno mismo. Somos nosotros el Dios que nos castiga y perdona, el que conoce toda falta y el que sabe la verdad tras cada error. Por ello, alabar y arrodillarse ante un ser ajeno a ti es anti-natural.


Es bonito, sin duda, depender de la protección de alguien. El amor desprendido por la creencia es inmenso, inacabable, pero la satisfacción de la independencia, del amor propio, llena mucho más. Todos podemos sentirnos ayudados por la creencia en algún momento de nuestras vidas, dejando que nos guíe en momentos difíciles. Pero hemos de comprender el poder de la sugestión y aceptar su existencia, pues esto nos librará de superfluas cadenas. Cadenas que nos anclarán a las profundidades de nuestro ser, a sitios en los que no deseamos acabar. Al engaño propio y el odio a uno mismo.

Pues hoy en día la autoestima es un asunto muy importante. La gente se mira el rostro al espejo y no ve a quien desearía ver. Pero, ¿por qué buscar la perfección si esta es tan solo un punto de vista? ¿Por qué no ser feliz con lo que se tiene, aceptarse a uno mismo y mostrar a los demás nuestra alegría? Pues muchas veces proyectamos indevidamente este auto-odio hacia los demás, dañándolos innecesariamente, creando rencor, creando malestar, creando más odio. Y por ende, creando más negatividad que pronto será recibida de vuelta. De un modo u otro.

La independencia, la mayoría de edad de la que nos hablaba Kant. Ser capaz de sobrevivir por uno mimso, sin crear dependencias hacia los demás. Amándoles, por supuesto, pero dejándoles la libertad que todo ser necesita. Pues en uno mismo está la felicidad, más que la felicidad la paz.
    El mundo se empeña en hacernos dependientes, de lo material, de un coche, del dinero, del estado, de la gente, de la aceptación social, del sexo, del amor, de vicios. Todo, a estas alturas absolutamente
todo, puede crearnos dependencia, una especie de droga que nos hace sentir agonía si no la saboreamos. La mátrix quiere tenernos cohibidos, deprimidos, miedosos, llenos de terror ante nuestras propias verdades y mentiras. Que sintamos miedo hacia los demás, hacia nosotros, que creemos demonios mentales, que temamos a la muerte e incluso a la vida. Es más, creo que actualmente se teme más al vivir que al morir. Pues morir es un momento, te vas y sientes paz, te liberas de la carga carnal, pero vivir es duro y pesado, y a veces puede ser un auténtico infierno.

Y cuando intentas cambiar algo, cambiar tu forma de ver la vida, de verte a ti mismo, intentas cambiar a la sociedad, las normas, las leyes: siempre te ves con mil impedimentos. El sistema está creado para esto exclusivamente, que no puedes escapar de él y que si tratas de hacerlo caigas, involuntariamente, al redil de nuevo con el resto de ovejas domesticadas. La insolencia, es decir, el desafio a la autoridad, es soberbia. El decir que no, como el conocido Iblis de la tradición islámica. Negarse a obedecer, un derecho que debería ser fundamental. Si procuras desbaratar sus planes serás castigado, menguado y reprimido con la máxima dureza posible. Y posiblemente ni te des cuenta de ello, pues te manipulará la realidad para que caigas en otro vicio, de distinto contenido pero misma plantilla.

En Alemania, por ejemplo, existe una ley que permite a los ciudadanos la desobediencia. Evidentemente se tiene que argumentar el porqué de esta. Y esto se debe a la segunda guerra mundial y el alza del nacismo en Alemania, que causó tantos estragos. Pues los civiles no podían desobedecer a sus superiores, se jugaban el puesto y seguramente la vida.

El pensamiento dispar es rebeldía, la rebeldía es soberbia, y la soberbia es pecado. El pensamiento crítico es pecado, el simple hecho de pensar, en vez de someterse, es pecado. ¿No da eso que pensar? ¿No es acaso esto cierto? ¿No existen mil dogmas incuestionables que nos incitan a abandonar el pensamiento y a madurar nuestra razón a otros niveles? ¿No nos niegan el cuestionarles? ¿No nos obligan a ser mansos y obedientes? ¡Un ser que no se cuestiona absolutamente todo no es ser evolucionado!

La soberbia del humilde


Cualquier indicio de rebeldía y desobediencia es orgullo transformado en soberbia, pero, ¿y la humildad? La humildad es una de las virtudes cristiansa que se contrapone a la soberbia. Y esta virtud también puede desfigurarse.

En un mundo en el que los arrogantes son pisoteados, los siervos de Dios luchan por mantener sus apariencias. Por ver quién es el más humilde de todos, por ver quién más obras de caridad hace, por ver quien reza más, ¿quién recibe más amor de Dios? De este pecado puede salir fácilmente la envidia, pues Caín fue poseído por el pecado y le inspiró a matar a su hermano Abel. Ambos querían el favor de Dios y presentaron sus ofrendas ante el todopoderoso, peor Caín al ver que su hermano era el preferido por Yahveh, acabó asesinándole muerto de celos. Esta es una lucha por ver quién es el más humilde, quien obtiene antes el amor de Dios, lo cual también se puede deformar en un oscuro pecado.

Soberbia

En filosofía, puede ser sinónimo de óptimo o de bella factura. La soberbia se define como una estima apropiada de uno mismo, proviene de la ambición moral de vivir fiel a uno misom. Para Nietzsche es una virtud elevada de hombres superiores, la cual conduce a la honestidad absoluta con uno mismo. Estamos en constante superación, pues buscamos estar por encima de los demás y no ocultarlo ante nadie.

La soberbia significa individualidad. ¿Hay acaso algo más sensato que amarse y respetarse a uno mismo? Es, de hecho, necesario. Más necesario que el amor al prójimo. Cuando uno no está contento con uno mismo surgen los problemas con los demás, pues proyectamos nuestro propio odio hacia ellos. Soberbia es como he dicho mayoria de edad.

Ante todo hemos de preferirnos a nosotros mismos frente a los demás, ¿sería acaso inteligente que nos importara más otra persona que nosotros? Hemos de cuidarnos y querernos, no hay ser mejor que nosotros mismos pues esta realidad es una extensión de nuestra mente. Dios no se merece adoración alguna, ¿acaso hace algo por nosotros? Si tan poderoso y superior es nuestra adoración debe ser plenamente banal, algo superfluo. Mejor ahorrar esa energía para nosotros. No estamos hablando de adorarnos como a Dioses, sino de percatarnos de nuestra propia divinidad, de nuestras propias habilidades. Pues evidententemente que el ego está por encima del Dios, cuando se comprende esta premisa se vive mucho más feliz.
     Hay que estar orgulloso de lo que somos y como somos, cuando esto ocurra seremos unas personas eficientes, completas. El mundo está lleno de odio porque las personas no están a gusto consigo mismas.

Y si somos personas de éxito, ¿por qué ocultarlo? Hemos trabajado toda nuestra vida para obtener lo que ahora poseemos, nuestros logros han supuesto sudor frío en la frente. ¿Por qué intentar ocultar todo esto a ojos de los envidiosos, que no son capaces de ver la alegría ajena? ¡No! Una parte del éxito es celebrarlo, celebrar las victorias.

No es el hecho de humillar, pues eso no es soberbia, es cobardía y auto-odio. Es el hecho de sentirse bien con uno mismo y con los demás.


Orgullo


El orgullo puede ser un acto de autoafirmación, la autoafirmación y reivindicación de lo que uno es y del grupo o colectivo al que se pertenece. Hoy en día se utiliza mucho en los grupos LGTB. El orgullo es algo necesario y forma parte del amor propio. Nos permitimos valorarnos a nosotros mismos, tenemos que aceptarnos y amarnos como somos, castigarnos cuando erramos y darnos una enhorabuena cuando logramos éxitos.

A veces hay que imponerse ante los demás, ¿es siempre no pedir perdón algo negativo? Siempre el mundo exigirá lo máximo de ti, aunque no puedas darlo, te exigirá todo y más hasta exprimir la última gota de energía que te quede. Por esto lo mejor es decir basta cuando uno cree conveniente. Bien sabemos que las personas saben aprovecharse de los más débiles y que nuestra bondad -esa negativa bondad que acaba con nosotros- nos expone ante este tipo de "vampiros".

Podríamos decir que el orgullo es la esencia del yo, mientras que la soberbia es el amor al yo.

Vanidad 

Según Nietzsche "la vanidad es el temor de parecer original, denota por lo tanto una falta de orgullo, pero no necesariamente una falta de originalidad". Hoy día la vanidad está muy ligada a la moda y el aspécto físico, más que a la definición real de "darse más méritos de los que uno tiene".

Masson Cooley dijo: "la vanidad bien alimentada es benévola, una vanidad hambrienta es déspota".

La vanidad puede servirnos como aliciente para cuidar nuestro propio cuerpo, pues mucha gente se pierde en lo anodino y esta neutralidad puede llevarnos a episodios negativos. Cuando uno se acepta a uno mismo crea una personalidad tanto fuera como dentro de sí mismo. Por esto la vanidad puede llegar a ser buena para nosotros.

Querer un bonito cuerpo y una bonita mente no es soberbia, es algo natural. Mientras que el orgullo es la esencia y la soberbia el amor al yo, la vanidad es la decoración del ego.

Manifestaciones de la soberbia

La desobediencia y rebeldía como soberbia: el intento del dictador de hacer de un acto natural y necesario de la democracia un pecado mortal digno de castigo, con el único objetivo de salvaguardar sus intereses, su poder y privilegios y sancionar a aquellos que osen perjudicar su estatus. El que desobedece, sean las razones válidas o no, es soberbio, porque el dictador teme su independencia y librepensamiento.

La autoridad y el mandato: cuando alguien crítica y dirige a los demás peca de soberbia, se cree superior al resto y también le puede llevar a la envidia, la envidia de las virtudes de los demás. ¿Acaso no es bueno qué alguien te diga en qué fallas? Si nadie nos lo dijera nunca evolucionaríamos. La crítica es necesaria, así como que alguien dirija y organice nuestros movimientos, sensatamente, hacia un escalón superior. Pues cuando somos novicios todos necesitamos rectitud y enseñanza.

El malhumor y las disputas son generadas por la soberbia y la alta concepción sobre uno mismo: enfadarse, como bien vimos en la ira, es menester. Descargar la rabia contra quién la ha generado es un hecho que no se puede negativizar. El malhumor es generado por la estupidez de los demás, cuanod algo te parece injusto u ofensivo, en demasía, a veces lo mejor es responder duramente. Pues la pasividad puede llevarnos a la debilidad, y el resto podrían aprovecharse de ello.

La negación de nuestros errores: ¿quién tiene potestad para señalarnos más que nosotros mismos? Está bien que un maestro o un sabio intente rectificar y delatar nuestras faltas, pero un sabio callaría y esperaría a que nos dieramos cuenta. Pues no hay mejor enseñanza que la de la experiencia. Cuando nos lo dan todo mascado la sabiduría se pierde, perdemos la esencia, pues las direcciones son necesarias, pero hasta cierto punto. Si lo tenemos todo en bandeja perdemos las ganas de saber, la curiosidad, perdemos la perspicacia. Por ello, un sabio callaría, esperaría a que uno se diera cuenta de su propio error y, por propia voluntad, lo rectificara. Cuando alguien constantemente intenta sacar los errores y nos mortifica por ello, obligandonos a pedir perdón o a cambiar de parecer, según sus propias creencias o ideales, es cuando debemos decir basta.

Schadenfreude: alegrarse del sufrimiento o el fracaso ajeno. Admitámoslo, este aspecto del ser humano está presente en todos nosotros, sin excepción. No hay nada que nos alegre más que ver a nuestro enemigo fracasar. ¿Es esto malo? Depende. Si alguien se merece ese fracaso y todo mal, alegrarnos de que la vida le ha puesto en su sitio es algo que nos podemos permitir. Cuando este odio se convierte en una obsesión ya es negativo para nosotros (como vimos en la ira). El humano es un sádico insaciable y hay que intentar controlar lo máximo posible esa sed de sangre que tenemos, pero cuando alguien se merece ese castigo, podemos dar rienda suelta a nuestra satisfacción.

Dominación y control: se dice que a los soberbios les gusta tener el control de las situaciones. ¿Y a quién no? El mundo está dividido en activo y pasivo, es decir, fuerzas femeninas y masculinas. Seres que dominan y seres que prefieren dejarse dominar. Por esto mismo para un ser activo o masculino, un ser dominante, para él es anti-natural ser dominado. Igual que para un ser pasivo es impensable dominar. No se sienten cómodos. Hay personas que les gusta tener todos los cabos atados, pues ya tras mucha experiencia saben que las personas necesitan un líder, unas directrices para llevarlos al éxito. Es más, sin un líder posiblemente no exista tal victoria, un líder aunque sea espíritual, que anime a los compañeros y se cerciore de que todo está en su sitio.

La necesidad de halagos: alguien soberbio, un verdadero ser cuya virtud es la soberbia, alguien que se ama y se respeta, que tiene independencia y mayoria de edad, no necesita halagos. Pero si es verdad que a todos nos gusta que se nos diga que hacemos las cosas bien. Si nos pasamos la vida destacando nuestros errores no progresaremos, a veces hay que darnos una enhorabuena. Hoy en día ya se están probando nuevos métodos de enseñanza, en los cuales en vez de destacar todo error, se marca el mayor "éxito". Por ejemplo, si un niño tiene que escribir una palabra, se destaca la palabra que mejor ha escrito. Este método borra toda competencia y anima al joven alumno a seguir aprendiendo, en vez de menguar su ego y destrozar cada vez más su autoestima.


 Amor propio y autosatisfacción en vez de servidumbre y ausencia del yo

Nadie merece más amor que tú mismo, tú eres la fuente de todo lo que te rodea, tú creas tu propia realidad y eres el que se merece ser adorado y vanagloriado. Está claro que no en excesos, pero menguar este amor hacia uno mismo puede ser perjudicial en todos los sentidos. ¿Por qué adorar a un Dios dictador que solo nos exige una gota más de sangre cada día? ¿Acaso le debemos algo? ¿No somos seres libres? Dios, ese ser que lo tiene todo pero que aun así necesita de nosotros, de nuestro amor, para subsistir, como una droga. ¿No será que ese Dios no es tan superior como nos hace creer? Pues un verdadero Dios no nos castigaría por no seguirle, por no quererle, pues esas minucias se pueden obviar. Un ser superior no necesita de presencialidad, no necesita halagos. Ese dios, esa actitud, esa es la verdadera soberbia.

La humildad te lleva a la servidumbre, acabas olvidando tu verdadero yo, ocultándote tras cortinas de humo interminables que te ahogan. Cada vez tu ego está más profundo, más alejado de ti mismo, y te preguntas con lágrimas en los ojos porqué eres infeliz. Conociendose a uno mismo se descubre la felicidad, pero jamás podrás optar a ella si sigues cobardemente huyendo de ti mismo, cubriendote de excesos o carencias innecesarios. La soberbia es importante, pues al igual que es el origen de todo pecado para él, es el origen de toda virtud necesaria para el ser humano.

Descubre tu yo interno, proyecta tu amor propio hacia los demás, descubre tu identidad y ya no estarás perdido en el desierto. Descubrir quién es uno mismo es la única y más ardua tarea que encontrarás.

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