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La envidia

El pecado de la Invidia

 

Demonio: LEVIATÁN


La envidia es ansiar o desear algo que otro posee, pero el problema surge cuando deseas ese bien solo para ti y que el otro no lo tenga. El sufrimiento ante la suerte ajena es lo que se conoce como envidia y lo que mucha gente ignora, sin duda un pecado extendido y desconocido a quien nadie dirige su mirada. Es como el pecado de la gula, apenas perceptible y se olvida fácilmente su efecto.

La envidia en los hombres muestra cuán desdichados se sienten, y su constante atención a lo que hacen o dejan de hacer los demás, muestra cuánto se aburren.
Schopenhauer

Los envidiosos personas vulnerables, cualquiera más o menos avispado se puede dar cuenta que tras este pecado existe gente triste, desconfiada e insegura. Con este pecado, la gente muestra su debilidad: al no estar contento consigo mismos, deben fijarse en las tareas de los demás, en las virtudes ajenas y codiciarlas. Una persona siente envidia cuando no está satisfecho con su propio ser. Envidia no es un pecado que solo incluya bienes materiales, ya que se puede codiciar la inteligencia u otros aspectos de la vida intangibles, como el amor, la amistad o el éxito en sí. La envidia es una emoción fuerte y negativa que destruye a uno mismo y al resto, como efecto provocado por esos celos incontrolables. La insatisfacción es notoria en nuestra sociedad, todos anhelan tener algo, cuando lo tienen, este deseo desaparece: ahora, lo más preciado es lo que tiene el vecino, entonces luchamos a capa y espada por ello. Es un ciclo continuo interminable y curiosamente nos preguntamos, confusos, porque teniendo tantas cosas nos sentimos siempre tan vacíos. A veces se pueden desear cosas que realmente necesitamos, y aunque la envidia esté presente no tiene porque ser destructiva, pero otras veces nuestro objeto de deseo no nos hace ningún bien.

La envidia en sí no es un pecado mortal a mi parecer, pero cuando se junta con la ira, las cosas se tiñen de sangre. Aunque este pecado pueda parecer simple, nos encontramos con muchos factores que alimentan la aparición de esta emoción:
  • Culpa: cuando uno no es capaz de alcanzar aquello que anhela, se genera una espiral de odio que se proyecta a uno mismo y, por ende, a los demás. Para liberar ese malestar interno y ese auto-odio, nos encontramos con personas "malvadas" que actúan mal con sus allegados, solo porque el simple hecho de ver el dolor de otros hace que su pena sea menor y por consecuencia se sientan mejor consigo mismos. La culpa de nada sirve, es un sentimiento inútil que solo te traerá problemas, mejor es efectuar, obrar, en vez de quejarse constantemente sobre tu desgracia.
  • Vergüenza: el envidioso piensa que el resto de la sociedad lo ve como un paria, un apestado e inferior, en comparación con sus propias personas o el resto, incluso. La autoestima del envidioso es tan baja que no es capaz siquiera de autoconvencerse de que vale, de que es apto para la sociedad, pero él mismo se excluye de ella, convirtiéndose a sí mismo en un antisocial. La vergüenza nos proporciona dolor, pero es solo nuestra, creada por nuestra mente, no hemos de culpar al resto. Si nosotros no nos amamos, nadie lo hará, confiar en nuestras posibilidades y virtudes es vital para evolucionar. La paranoia emplea un gran papel en la vergüenza, ya que posiblemente su desconfianza sea infundada; nadie piensa que sea inferior y si lo piensa alguien, darle importancia a la opinión ajena, sobretodo si se trata de un desconocido, es de tener muy poco amor propio. Habría que, primero, tener en cuenta qué opiniones nos afectan y deben preocupar, porque un anónimo cualquiera no puede hundirnos en la miseria con unas palabras. ¿Tus amigos, tu familia? Sus opiniones pueden ser escuchadas, pero la que de verdad importa es la tuya. Tú decides tu camino, tu eres el que camina, no tu familia ni amigos. Las opiniones no son dictámenes, no son órdenes, han de ser escuchadas pero no obedecidas al pie de la letra, pues tus compañeros solo buscan guiarte, no adoctrinarte.
  • Orgullo: un sentimiento contradictorio, teniendo en cuenta lo visto anteriormente. El envidioso se cree merecedor de lo envidiado, cree que el poseedor de dicho bien no debería tenerlo, por ello él se posiciona como superior. Esta es la clara dualidad, podemos llamarlo desorden de personalidad o doppelgänger. El envidioso tiene dos personalidades, dos facetas, una negativa y una destructiva. La negativa sería la de la culpa y la vergüenza, en las cuales él tiene una imagen de sí mismo muy tenue y débil; esta acabaría siendo real, pues el envidioso acaba dejando su dignidad a cero cuando obra como un envidioso. La destructiva sería la del orgullo, pues, en una sobredosis de altivez, el envidioso puede llegar a extremos para conseguir su preciado deseo. Esta es la imagen que desea tener, la destructiva, desea que su propia opinión sobre sí mismo sea como la que tiene su doble destructivo, pero la verdad cae como un jarrón de agua fría. Es un ciclo repetitivo que no cesa: Orgullo-Vergüenza-Culpa. Aquí también incluiríamos a los narcisistas, personas que, al creerse superiores a los demás, usan el desprecio para minimizar a las otras personas.
  • Schadenfreude: esta palabra alemana significa la satisfacción con el dolor ajeno, totalmente relacionado con el pecado de la ira. Cuando vemos la felicidad de otros, nosotros, al no tenerla, queremos quitarsela. Porque si yo no soy feliz, nadie debe serlo. Ese es el egoísmo del ser humano y es que nos cuesta mucho aceptar que otra gente sea mejor que nosotros, es como si nuestra soberbia innata nos hiciera pensar que debemos tener cierta divinidad y reconocimiento.
Cuando alguien que nos rodea cumple sus sueños, obtiene éxito, suerte y bienestar, parece ser que nuestros propios éxitos no son tan buenos como los del vecino. Nos preocupa no destacar y aquí es cuando precisamente entra la vanidad en juego. ¿Tanto deseamos ser importantes, amados y respetados? ¿Necesitamos la constante aprobación de la sociedad para ser felices en nuestra vida? ¿O es que deseamos ser envidiados, tener cosas bonitas para despertar los celos ajenos? ¿Eso nos hace sentir bien, el dolor ajeno? El envidioso lucha por su supremacía, necesita ser atendido, amado, venerado por sus éxitos, porque si no es así parece que carece de ellos.

La envidia es entonces un sentimiento irracional, pues fundamentamos nuestros celos de ninguna manera. ¿Es lo del vecino mejor? Yo solo pregunto: ¿a mí que me importa lo que tenga el vecino? Estoy contenta con lo mío, eso es, o debería ser, suficiente. Muchas veces el envidioso trata de justificarse a si mismo, su doppelgänger, su doble "malvado", trata de convencerlo de que siente envidia y CON MUCHA RAZÓN, tiene derecho a sentirla, porque es merecedor de lo que ansía. Es como un espectro seduciendo a una inocente alma, solo que esta vez el espectro NO es un demonio, sino la propia mente turbada del envidioso.

Y es que no se sabe como surge esta mente maligna, creada por el propio sujeto, pero seguramente es cosa de la experiencia vivida y la propia debilidad del envidioso. Solo los débiles se dejan llevar por las opiniones ajenas, las malas experiencias y la pena. Mucho puede pasarte en la vida, pero has de ser fuerte y superarlo: que lo hayas pasado mal no te da vía libre para hacer lo que se te venga en gana. Una vida miserable no justifica unos actos deleznables.

Y es que una cosa es tener orgullo, amarse, eso está muy bien, pero tener un amor propio falso hacia uno mismo es como una realidad ilusoria en la cual nos gustaría vivir, no nos hace bien, pues en el fondo sabemos que no es verdad. El que sabe que vale, no le hace falta demostrarlo, no le hace falta actuar como el envidioso, porque el se pone frente a sus deseos y los consigue, sin el proceso por el que pasa una persona envidiosa.

Los envidiosos optan por desear la destrucción a toda persona que, como un espejo, le recuerda su privación, en vez de aceptar sus carencias y planear sus deseos futuros, gestar sus facultades. Al ver a otras personas exitosas que poseen lo que uno anhela, el envidioso lo ve como un espejo de un yo imaginario que desea alcanzar, pero que sabe -o cree- que no puede conseguir, por insuficiencia o por nula autoestima. El impotente, enrabietado y cegado por la ira (otro pecado capital) puede llegar a obrar una venganza indeseada para el exitoso -y quizá inmerecida-, con el fin de eliminar toda competencia o ser vivo que sea más feliz que el envidioso.

También, los psicoanalistas definen a la envidia como la incapacidad de gozar, ya que al ver los éxitos ajenos, se anulan los nuestros y no disfrutamos de ellos.

Amor por los propios bienes pervertido al deseo de privar a otros de los suyos

Dante Alighieri, Divina Comedia, sobre la envidia.
¿Cómo solucionar este problema? Lo primero que tenemos que hacer es tener empatía, poder cambiar el punto de vista. Es decir, una persona envidiosa ve las cosas buenas de la vida de una persona, pero lo que no ve es el sufrimiento que ha causado o que está causando ese bien preciado. Alguien que tenga un coche caro habrá tenido que pagar mucho por él, trabajar para conseguir dicho dinero, estudiar para poder tener ese trabajo, o incluso puede que todo esto sea falso y no pueda pagarlo, con lo cual puede tener deudas y acabar embargado. Esto no lo ve el envidioso y es que toda vida tiene pros y contras, altibajos, nada se consigue sin sudor y esfuerzo, has de ganarte los premios. Una persona que quiera conseguir su objetivo no podrá quedarse esperando en su casa, quejándose y lloriqueando, ha de salir y dar lo mejor de si mismo para obtenerlo. También ha de saber conocer sus propias cualidades y aprovecharlas, pues todos tenemos algunas y de ellas hemos de sacar partido. La autoestima es muy importante.

Etimología

El término envidia viene del latín invidere, que significa "poner la mirada sobre algo". también, en su origen, significa "mal de ojo". Poner el ojo sobre alguien podría tener un efecto supersticioso en las creencias antiguas, las cuales, obsesionadas por ello, creaban distintos talismanes y amuletos con efecto apotropáico.

Luego podemos ver diferencias entre los dos términos, acuñados como sinónimos, envidia y celos. Celos viene del griego zein, que significa hervir, a su vez esta palabra viene de zelus (ardor o pasión). También nos podemos encontrar con palabras similares como celador, que significa vigilante. Con lo cual, celos está más relacionado al amor, al menos en el pensamiento griego, y esa relación con la vigilancia puede simbolizar la constante persecución de la persona amada, que intentando controlarla y observarla con detenimiento, instamos a que no nos engañe. Celos podemos entenderlo como un sentimiento sano, desear el bien que el otro posee, pero la envidia es el resentimiento hacia la persona envidiada, el odio hacia esa persona por el simple hecho de tener dicho bien.

El vicio

Sentimiento irascible e incontrolado de frustración insoportable ante el bien ajeno, tanto sea material como si no, cosa la cual nos lleva a dañar a la persona que se envidia.

La virtud

Objetivos: te da un plan, un fin al que llegar, te descubre cuales son tus deseos y qué quieres alcanzar. Te centra en un objetivo.
Halago: la envidia es un halago para el que recibe dicha envidia, ya que supone que él tiene una vida satisfactoria.
Superación: al ver lo que el otro posee, deseas lo mismo y te superas a ti mismo para poder alcanzarlo. Es decir, un sentimiento de querer aprender de los demás para construir una existencia mejor. En vez de bloquear esta emoción, se acepta y entonces se encuentra la felicidad, porque se quiere seguir hacia adelante, en vez de anclarse en la envidia. Se persiguen los sueños.


¿Es la envidia realmente tan mortal?

Aunque la envidia es un sentimiento negativo, Bertrand Rusell cree que la envidia es la fuerza que impulsó al movimiento tras la democracia y se ha de soportar para poder obtener un sistema social más justo. De todas maneras, los psicólogos recientemente han teorizado la existencia de dos tipos de envidia: la maliciosa y la benigna -envidia benigna como poseído por una fuerza motivacional positiva.


Teoría de la evolución social

Basado en la teoría de la evolución de la selección Natural de Darwin, esta teoría ayuda a explicar la envidia y sus efectos en el comportamiento humano. Esta predice que la gente se comporta de manera que realzan la supervivencia individual y también la reproducción de sus genes. Así, esta teoría proporciona un marco de comportamiento social que nos ayuda a comprender este sentimiento, ya que la expresión de la envidia es una emoción arraigada en la biología para la supervivencia y procreación. Estudios recientes han demostrado que incitar envidia realmente cambia la función cognoscitiva, incrementando la persistencia mental y la memoria.


En la Biblia

En el libro del Génesis envidia es la motivación tras el sentimiento irascible de Caín, que intenta asesinar a su hermano, Abel, ya que los sacrificios de este son favorecidos por Dios y los de Caín quedan en un segundo plano.

Un pecado que arruina la carne, un pecado de la carne es la envidia. La envidia (el mal de ojo) está entre las cosas que vienen del corazón, profanando a una persona. El cuerpo entero está lleno de oscuridad cuando el ojo, la lámpara del cuerpo, es malo. El que se alegra en la calamidad no irá impune, dijo Salomón. La envidia arruina la salud del cuerpo porque hace el hueso pudrirse y nos excluye de heredar el Reino de Dios. A veces, como un castigo, Dios abandona a ciertas personas en sus pecados, cayendo víctima de la envidia y otros pecados pesados.

El pecado universal y profundo, un pecado grabado en la naturaleza humana: la base de todo el trabajo duro y toda la habilidad se basa en una elección por ansiar algo, la riqueza, la fama y los placeres que vemos en el trabajo de los que nos rodean.

Dios recompensará a cada uno de los cristianos que no caigan en la trampa de la envidia, pues envidiar a los hombres de violencia, a aquellos que parecen tener una vida feliz, próspera, no preocupada, les llevará a la perdición. Han de ser conscientes de que Dios les recompensará a cada uno según sus hechos.

Los cristianos deben estar contentos por cualquier salvado al que se le conceda el reino de Dios.
A veces surge de la sofistería, la envidia no puede existir con la sabiduría verdadera y espiritual, pero sí con la falsa, terrenal y no espiritual sabiduría demoníaca.

sofistería: uso de falacias razonables. Una afirmación que es válida y lógica, porque no se ha encontrado aún ninguna que la falsee.

Y es que Leviatán es el demonio de la envidia, pero, ¿por qué? Digamos que Leviatán para la tradición judía era hembra y tenía un compañero macho. Era una pareja Leviatán, pero Dios destruyó al macho, porque si estos seres tan colosales se reprodujeran extinguirían la humanidad. Leviatán entró en cólera y envidió el amor que recibía Dios, el que ahora ella no tenía. Este mito es un residuo del mito sumerio de Tiamat y Marduk, en el cual Enki asesina a Abzu, el cual atenta con matar a los dioses menores, y Marduk (hijo de Enki) se enfrenta a la rabiosa Tiamat, que desea vengar a su amado.

Muchos de las anteriores citas no tienen la fuente en español, ya que proceden de otras biblias no católicas, las cuales yo no poseo y no soy capaz de traducir correctamente. Tampoco las citas están escritas al pie de la letra, por eso de la traducción. [1]


Conclusión

¿Qué de malo puede haber en la envidia? Si la avaricia es ansiar algo material, la envidia es ansiar algo espiritual. En la gran mayoría de los casos se desea algo no material, como un amor, por ejemplo. La única diferencia entre ambos pecados es que en el primero predomina el orgullo y en el segundo la vergüenza y la culpa. Muchas veces, además, se utiliza la envidia como pretexto para desacreditar los actos de alguien, ¿acaso yo, obrando mi venganza hacia alguien que se lo merece, estoy pecando de envidia? No es celos lo que me posee, sino rabia e ira, pues yo estoy contenta con mi persona. Ese ser objetivo de nuestra rabia se siente atacado y utiliza excusas baratas y que él cree humillantes, pero solo saca a relucir su ignorancia e inseguridad. Y es que a todo lo llaman envidia hoy día, la mente crítica es envidiosa, según el vulgo ignorante, ya que el que critica algo es porque envidia otra cosa. ¿Es siempre así? ¡Para nada! La envidia sana es un halago para el que la recibe y la envidia maliciosa es una excusa del atacado, que sintiéndose en peligro usa su última carta.

¿Es que acaso un monarca no acusaría a su pueblo revolucionario de envidia mortal por intentar socavar las riquezas de la alta sociedad? Les acusaría de pecado, de avaricia, de envidia, de soberbia, y así ganaría el juicio. Porque el que busca una existencia mejor debe sentir envidia por el que está en la cima y no, no es envidia lo que nos mueve a mejorar nuestra vida, sino el sentido común. Y es que el acto de rebeldía es un acto de traición para la tiranía.


Sabiduría perfecta en vez de auto-engaño hipócrita

No nos sirve de nada engañarnos a nosotros mismos, bloqueando el sentimiento de la envidia y degradándolo a un defecto, adulterarlo hasta que sus beneficios se disipen por completo, porque cuando se intenta encubrir una falta esta se manifiesta de manera más condensada y concisa. Intentando convencernos a nosotros mismos de que no sentimos envidia aparece en nosotros el orgullo, intentando darnos pruebas de nuestra carente superioridad y en vez de superar nuestra insuficiencia nos mantenemos en ella por siempre.

El rechazo total de la envidia paraliza al hombre, le impide continuar, pues es la envidia la motivación que nos impulsa a conseguir nuestros deseos. Cuando vemos a alguien que tiene algo que nos gustaría poseer, sea material o no, crecemos como personas, nos ayuda a encontrar lo deseado, a saber que queremos, sin esa envidia no conoceríamos más de lo que nosotros mismos sabemos. Evolucionamos a través del contacto con otras personas, pero ¿qué esconde la envidia? La envidia es la excusa del débil, que nos aparta de aquello que tanto ansiamos y falta nos hace. Un escudo de protección que este tipo de gente se crea con estas excusas para que el resto nos sintamos culpables. Y es que estas personas tratan de apartar a todo ser de sus pertenencias, porque su ansia de sentirse especiales es tan ingente que no pueden conceder la felicidad a otras personas, porque solo ellos deben sentirse realizados.

Es como el dictador poseedor de un bien poderoso, como la sabiduría: imaginemos que el dictador posee un libro único. Él lo guardaría para sí, para poder gobernar sobre el resto, porque si el pueblo encuentra la sabiduría se acabó el juego. La envidia serviría para apartar a aquellos usurpadores con la culpa, y estos pobres sirvientes, aun sabiendo lo que su jefe y castigador esconde, se engañan a si mismos con hipocresía. Un luchador no puede aceptarlo y si quiere algo lo conseguirá.

Y es que la verdadera envidia maligna es movida por la competencia, que genera un gran caos en la tierra, para que los esclavos sean cada vez más esclavos y sumisos ante la ley de Dios. Sin la competencia no habría envidia, porque esa envidia es una mezcla gestada con ira, porque la envidia es un sentimiento natural humano, solo que todo queda corrompido en las manos de él. Uno puede sentir envidia, pero ¿qué peligro hay en ello? Solo la violencia puede llevarle al extremo. Por ello, sería competencia la envidia malvada que hay que castigar y la envidia -simplemente- la que alabar.

Fuentes

1: Corinthians 3.3. Mark 7.22. Luke11.34-36. Proverbs 17.5. Proverbs14.30. Galatians 5.19-21, Proverbs 17.5. Romans 1:28-29-32. Ecclesiastes 4.4. James 4.1-2-3. Proverbs 23-24. Matthew20.1-15-16. 1 Timothy 6.4-5. Proverbs 23.6.

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